lunes, 13 de octubre de 2014

La fábula del perro con campanilla



Había un perro que acostumbraba morder sin razón. Ya en la ciudad lo tenían como un animal a temer, y si alguien venía caminando por la calle cambiaba el rumbo hacia otro lado al escuchar los ladridos.

Cansado de esta situación su amo le amarró una campanilla en su pescuezo para advertirle a la gente de su presencia cercana. Y el can al sacudir su cabeza escuchó el sonido de la campanilla, le gustó y se fue a la plaza pública a presumir de esta nueva adquisición ante todos. Sin embargo, una sabia perra que andaba por el lugar advirtió esto, se acercó al perro con campanilla y le dijo mirándolo a los ojos:

— ¿ De qué presumes tanto, amigo ? Sé que no llevas esa campanilla por tus grandes virtudes, sino para anunciar tu maldad oculta


Moraleja:
Muchas veces nuestras palabras nos traicionan porque ellas mismas contienen vida. Pero no sólo es la palabra quien nos traiciona sino nuestra conducta. Quien es verdaderamente bueno, probo y correcto no necesita autopromocionarse porque sus propios actos ya lo han hecho. Sólo los que no buscan la bondad en sí se dedican a hablar sobre lo buenos que son, ya que ellos únicamente buscaban ese objetivo: el reconocimiento. La bondad siempre estuvo en un segundo plano. ¿Sabes cómo te ves promocionando tus aparentes logros? Bueno, te diré que en la fábula del perro con campanilla hallarás un muy preciso símil de cómo te ves. Trata, ante todo, de trabajar en silencio, porque quienes van por la senda del perfil bajo nunca tendrán el problema de exponerse demasiado ante los demás. Los fanfarrones, a lo largo del tiempo, siempre han sido apreciados de mala manera
fuente:pymex

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